Cuando se trata de venderle al público la idea de que la minería a gran escala no causará mayores impactos ambientales y sociales, los empresarios y funcionarios gubernamentales usan el término “minería responsable”. Ese término fue una creación de las agencias de publicidad de las grandes empresas mineras para crear la imagen que la minería moderna y a gran escala es “responsable” fiscal, ambiental, y socialmente, y que es muy distinta a la minería de “antaño” y a la pequeña minería en cuanto a sus impactos sociales y ambientales. Parte del paquete publicitario incluye la idea de que todos los problemas de la minería son estrictamente técnicos, y que se pueden resolver con tecnología de punta.
Millones de dólares se han invertido- y se invierten- (videos, spots televisivos, publicidad impresa, foros, etc.), para vender esa falsa imagen y convencer al público que la gran minería no contaminará las aguas, que tributará “responsablemente”, y que no impactará a las comunidades ni al medio ambiente de forma significativa. En el Ecuador la propaganda publicitaria ha sido recogida y difundida por el presidente Rafael Correa quien ha dicho públicamente y en varias ocasiones, cosas como que “con la minería responsable se puede recuperar el 95% de los impactos” (a), y que “seremos los primeros en oponernos a los proyectos mineros que atenten contra el medio ambiente” (b)
Sin embargo, como se argumenta y sustenta a continuación, dadas las condiciones políticas, ambientales y geológicas del país, la minería “responsable” y la recuperación del medio ambiente en las proporciones anunciadas son simplemente imposibles.
Lamentablemente, el discurso de la minería responsable ha sido adoptado con todo fervor por funcionarios del gobierno y ciertas ONG, y al hacerlo, ayudan a las empresas a crear un escenario falso de una actividad económica que, por más moderna o técnica que sea, ha sido- y actualmente es- entre las más ambiental y socialmente destructivas del mundo; y que además es campeona en evitar el pago de impuestos.
Por qué la minería “responsable” no es factible en el Ecuador.
Cuando uso el término minería responsable en el presente documento, me refiero a la minería “menos impactante”, o menos contaminante, ya que después 17 años de investigación en el tema, no he constatado la existencia de una minería responsable.
¿Qué es la minería responsable? Para empezar, acordemos que estamos hablando de la minería a gran escala. A este tipo de minería, en general, es al que el gobierno se refiere cuando habla de minería responsable. Por otra parte, quienes han participado más activamente en definir lo que es minería responsable son las empresas multinacionales, cuyo único interés real es explotar minerales de la forma más rentable posible, e incluye crear una falsa imagen de los verdaderos impactos de la gran minería. En este trabajo publicitario, los gobiernos han participado con un bajo perfil, y más que todo, haciendo eco de lo que le dicen las empresas. Los más afectados por esta industria, las comunidades, pueblos indígenas, gobiernos locales, han sido, al igual que las ONG (con pocas excepciones), los grandes ausentes en la construcción de lo que podría algún día llegar ser minería responsable.
La minería a gran escala- y de modo especial la minería a cielo abierto- la cual es la que se pretende llevar a cabo en la mayoría de yacimientos ecuatorianos es la actividad económica más impactante ambientalmente que existe, y la más contaminante (ver a continuación, el texto: La cara tóxica de la minería). Supone realizar un tajo abierto de cientos de metros de profundidad y kilómetros de diámetro que destruye por completo- y de forma permanente- toda la capa vegetal, de no solo el área de la mina en sí, si no, de cientos, o miles de hectáreas alrededor utilizadas para botaderos de desechos sólidos, piscinas de relaves y otras instalaciones sin las cuales las minas no pudieran funcionar. Muchos de estos impactos se registran también en el caso de la minería subterránea. Al exponer al ambiente metales pesados que están protegidos por el suelo y subsuelo, la acción desencadena procesos de contaminación ambiental que perduran siglos. Al contrario de lo que manifiesta el presidente Correa y las empresas, el ambiente de este tipo de minería jamás se podrá recuperar “en un 95%”, y definitivamente sí atenta contra “el medio ambiente”, y los derechos de la naturaleza; y los impactará contundentemente.
Definición de minería responsable. Si es que algún día existiera la minería responsable, ésta respetaría ciertos principios fundamentales, como el derecho de las comunidades y gobiernos locales de decidir sobre la minería y cualquier otra actividad que represente un riesgo a su bienestar o su futuro sustentable, y que es parte ineludible del derecho a la consulta, o consentimiento previo. Sin el respeto genuino de este derecho, la minería responsable es una farsa.
La consulta no tiene sentido a menos que las decisiones de las comunidades sean vinculantes. Conlleva el derecho de éstas (una vez adecuadamente informadas y libre de presiones) de escoger la mejor vía de desarrollo la cual conserve la armonía con el ambiente, proteja su riqueza social y cultural, garantice un medio ambiente equilibrado y libre de contaminación, y que no represente un riesgo de alterar la paz dentro de la comunidad y de sus hogares.
Una minería realmente responsable reconocería que, en ciertas situaciones y áreas, la minería no representa el mejor uso del suelo o de emprendimiento económico. Estos sitios deben ser áreas destinadas a otro régimen de desarrollo o de protección. Por ejemplo:
- Áreas de bosque nublado y páramos que protegen las cuencas hidrográficas y almacenan agua. Recordemos que la minería metálica contamina el agua con metales pesados y degrada el suelo y los bosques. Estos sitios incluyen áreas ricas en aguas subterráneas, o freáticas.
- Donde exista un excepcional potencial turístico, agropecuario, de producción hidroeléctrica, o riqueza arqueológica. ¿Qué sentido tiene destruir el patrimonio cultural milenario, impactar actividades sustentables, o el agua, la tierra, y el clima que le dan vida a miles de campesinos, pueblos ancestrales y pescadores y recolectores de mariscos, para sustentar una industria que dura un par de décadas?
- Sitios que albergan especies en peligro de extinción. La minería a gran escala en estos sitios violaría los derechos de la Naturaleza.
- Donde exista inaceptables riesgos sísmicos (fallas tectónicas, por ejemplo).
- En cualquier lugar donde las condiciones climáticas o hidrológicas, o la composición de la mena (subsuelo mezclado con metales) pueda generar drenaje ácido de minad. El drenaje ácido de mina introduce metales pesados al ambiente, contamina ríos, quebradas y aguas subterráneas, y contamina por siglos. Dicha contaminación no se limita a las áreas mineras, también puede afectar a comunidades, agricultores o pescadores a cientos de kilómetros de distancia de las minas.
Una minería responsable con el ambiente reconocería que antes de iniciar actividades tan ambientalmente impactantes, es absolutamente indispensable contar con datos confiables- y de muchos años de estudio y recopilación- sobre la pluviosidad, hidrografía y geología, del área a ser intervenida; datos que el Ecuador simplemente, con muy pocas excepciones, no los tiene.
Por último, la minería “responsable” es totalmente incompatible en países donde existen funcionarios gubernamentales, o instituciones estatales irresponsables o corruptos. Si es que algún día existiese la minería “responsable” es indispensable que existan instituciones estatales imparciales y objetivas, las cuales activamente velen por los derechos individuales, colectivos y de la naturaleza consagrados en la Constitución, antes de proteger los derechos empresariales. No se puede hablar de minería responsable si la gestión minera está a cargo de funcionarios que aprueban Estudios de Impacto Ambiental y Auditorías Ambientales tan malos como los elaborados en el país que, además, flagrantemente violan procesos de consultas, tal como se ha venido haciendo en la actualidad. De igual manera se necesitan Cortes justas, una Asamblea independiente, y una función Ejecutiva equilibrada e imparcial.
Es este contexto, es realmente lamentable que el Ejecutivo siga apostando por una actividad económica que es tan incompatible con la historia, las culturas, y la Naturaleza del país, y que erosione, tal como lo viene haciendo, las instituciones democráticas de la nación.
El Ecuador no tiene por qué verse obligado a escoger el socavón oscuro que representa el desarrollo minero a gran escala. Si fuéramos un país desértico (como una buena parte de Chile), con pocos elementos naturales para utilizarlos sustentablemente, tal vez se podría argumentar que las circunstancias nos obligan a emprender la vía del desarrollo minero a gran escala, pero aún en esa situación hay graves problemas ambientales.
Pero contamos con tierras productivas, excepcional biodiversidad, riqueza singular de ecosistemas de bosques y páramos, ríos limpios, gran potencial turístico, y una riqueza cultural, que nos hace la envidia de muchos.
Fuentes: La farsa de la minería responsable
b.
c. Climáticamente, en el Ecuador se hace imposible la minería responsable- o menos contaminante- por que la alta pluviosidad en las áreas mineras donde se encuentra la mayoría de los yacimientos ecuatorianos de cobre, donde llueve entre 3.000 y 4.000 milímetros por año, en promedio. Hay años que llueve más (años del fenómeno la Niña). En contraste, las condiciones climáticas de la gran mayoría de países que se extraen minerales como el cobre a cielo abierto, son desérticas (Chile), o áridas a semi-áridas (Estados Unidos). En países albergando condiciones ambientales similares a los del Ecuador: alta pluviosidad, montañoso, bosques tropicales, riesgos sísmicos, etc., (como el proyecto Ok Tedi en Papúa Nueva Guinea), los impactos ambientales han sido devastadores1.
d. El fenómeno conocido como Drenaje Ácido de Mina (DAM) se da cuando la mena de una mina (subsuelo mezclado con minerales comerciales) contiene azufre y metales pesados, y se expone al aire y el agua. El azufre al disolverse en el agua la vuelve extremadamente ácida (a veces tan ácida como el líquido de las baterías de vehículos). Al acidificarse, el agua disuelve los metales pesados de los desechos mineros, y les transporta en las redes hidrográficas aledañas. Hasta que la naturaleza neutralice el azufre, los desechos siguen produciendo drenaje ácido, un proceso que puede durar siglos, o miles de años.
- Carlos Zorrilla. Activista. Co-fundador de la DECOIN, de la Asociación de Caficultores de Intag y de la Red Nacional de Bosques Privados. Residente de la zona de Intag desde 1978. Autodidacta en impactos de la minería a gran escala.
http://www.alainet.org/active/52667&lang=es
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