domingo, 26 de febrero de 2012

Ecuador: del extractivismo al neo-extractivismo



Alberto Acosta*
Jueves 23 de febrero de 2012, por Revista Pueblos
Aunque resulte poco creíble a primera vista, la evidencia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmar que la pobreza en muchos países del mundo está relacionada con la existencia de una significativa riqueza en recursos naturales. Sobre todo parecen estar condenados al subdesarrollo aquellos países que disponen de una sustancial dotación de uno o unos pocos productos primarios. Una situación que resulta aún más compleja para aquellas economías dependientes para su financiamiento fundamentalmente de petróleo y minerales.

Estos países, entre los que se cuenta Ecuador, estarían atrapados en la lógica perversa de la maldición de la abundancia”1. ¿Será que son países pobres, porque son ricos en recursos naturales?, pregunta invitando al debate Jürgen Schuldt [1].
ECUADOR EN LA TRAMPA PETROLERA
En los años setenta del siglo XX, como pocas veces en su historia, el Ecuador entró de lleno en el mercado mundial. No porque se hubiera producido un cambio cualitativo en su condición de país exportador de materias primas (banano, cacao, café, etc.) sino más bien por el volumen de sus exportaciones petroleras, que superó largamente los niveles de los anteriores productos primarios que caracterizaron a la economía ecuatoriana. La explotación de crudo constituyó el revitalizador de la economía, otorgándole a Ecuador la imagen de “nuevo rico”.
Entonces el país se volvió atractivo para los bancos extranjeros. Antes, la economía ecuatoriana había tenido una importancia relativamente marginal para los capitales foráneos. Así las cosas, el Ecuador petrolero consiguió los créditos que no había recibido el Ecuador bananero y mucho menos el cacaotero. Pero la riqueza petrolera no fue el único detonante de la carrera de endeudamiento externo. Hay que destacar que el masivo flujo de recursos financieros hacia los países subdesarrollados en los años setenta del siglo XX se debió, sobre todo, a la existencia de importantes volúmenes de recursos financieros en el mercado mundial.Mª José
            Comendeiro
Esta situación de abundancia relativa de recursos financieros permitió un manejo político de cierta tolerancia en medio de un régimen dictatorial. El petróleo facilitó la postergación de algunos conflictos estructurales. El Ecuador mantuvo el carácter de una economía extractivista [2]. Tampoco se transformó la estructura de la propiedad, caracterizada por niveles de elevada concentración. Esta bonanza motivada por el petróleo, que apareció en forma masiva y relativamente inesperada, se acumuló sobre las mismas estructuras anteriores y reprodujo, a una escala mayor, gran parte de las antiguas tensiones. Así, en poco tiempo se cristalizó en “el mito del desarrollo” [3].
Mientras duró el auge petrolero, el estado se constituyó, por primera vez, en el actor principal del manejo de la economía. El estado “petrolero” (más allá de las intenciones reformistas de la dictadura militar) fue, una vez más, expresión del poder de los grupos dominantes.
Hay que mencionar, también, las distorsiones provocadas por una mal entendida y peor aplicada estrategia de industrialización vía sustitución de importaciones, cuya aplicación (errada e incluso incompleta) terminó por consolidar las prácticas rentistas de amplios segmentos empresariales.
Más tarde, cuando menguó la bonanza petrolera, empezó la larga crisis de la deuda externa. Y desde entonces, empezó una marcha de ajustes y desajustes interminables. El petróleo, que en un momento dado fue la palanca para impulsar algunos procesos de industrialización, a pesar de la caída de su cotización, se transformó en una herramienta fundamental para tratar de pagar la enorme deuda externa acumulada en la época de la bonanza petrolera.
Posteriormente, con una nueva caída de los precios del petróleo y como consecuencia de otros factores exógenos y endógenos, Ecuador concluyó el siglo XX con una de las mayores crisis de su historia. Entonces, incluso como consecuencia de la imposición irresponsable de la dolarización en el año 2000, se inició un proceso sostenido de emigración, cuya magnitud y velocidad no tienen precedentes. En el ámbito político las cosas no anduvieron mejor. Tres presidentes fueron derrocados por la presión popular, ante el fracaso de su gestión.
Para sostener la dolarización, el petróleo se consolidó como la fuente de divisas que ha permitido paliar las tensiones que provoca un déficit comercial crónico en la cuenta de exportaciones e importaciones no petroleras.
NEO-EXTRACTIVISMO, VERSIÓN CONTEMPORÁNEA DEL EXTRACTIVISMO
Desde inicios del 2007 se inauguró una nueva etapa llena de esperanzas de cambio. Las políticas económicas del gobierno del presidente Rafael Correa, desligadas de los mandatos del FMI y del Banco Mundial, empezaron a revertir paulatinamente la tendencia neoliberal anterior. Sin embargo, este empeño no afecta para nada la esencia extractivista de la modalidad de acumulación imperante desde la colonia.
Con los ingresos provenientes de la actividad extractivista, sobre todo a través de los altos precios del petróleo, el gobierno atiende muchas de las largamente postergadas demandas sociales. Para obtener aún más recursos, este gobierno de la “revolución ciudadana” amplía la frontera petrolera y abre la puerta a la minería metálica a gran escala, al tiempo que ha reiniciado un proceso acelerado de endeudamiento externo proveniente especialmente de China (país que aparece también como uno de los mayores interesados en los yacimientos petroleros y mineros del Ecuador, así como en construir las principales obras de infraestructura energética).
Cabe destacar algunos avances con relación al extractivismo anterior, sobre todo por el lado del interés nacional; esta constatación, sin embargo, no puede ocultar algunas aberraciones y contradicciones profundas en el mismo ámbito petrolero [4]. Entre los puntos destacables aflora una mayor presencia y un papel más activo del estado. Desde una postura nacionalista se procura un mayor acceso y control por parte del estado sobre el petróleo. También se busca una mayor tajada de la renta petrolera e incluso minera. Parte significativa de esos recursos, a diferencia de lo que sucedía en años anteriores, en los que el grueso de dicha renta se destinaba al pago de la deuda externa, financia importantes y masivos programas sociales.
El actual gobierno ha desplegado una cuantitativamente importante inversión social. Sin embargo, la esencia clientelar de esta acción ahoga la consolidación de la ciudadanía, como se propuso al inicio de su gestión. Inclusive, en base a leyes de los anteriores gobiernos oligárquicos, especialmente para poder sostener el modelo extractivista, se recurre a la criminalización de la protesta social persiguiendo por lo pronto a unos 200 líderes populares defensores de la vida y la naturaleza, a los que se acusa de terrorismo y sabotaje. Mientras que, por otro lado, con políticas sociales clientelares y amenazas de diversa índole se pretende dividir o al menos debilitar a los movimientos sociales, particularmente indígenas. A esto se suma un sostenido ataque político en contra de dichos movimientos. En este contexto se consolida un poder cada vez más personalista y autoritario, en manos de un caudillo, el presidente Correa.
Si bien el accionar gubernamental genera un extractivismo de nuevo tipo, tanto por algunos de sus componentes como por la combinación de viejos y nuevos atributos, no hay cambios sustantivos en la estructura de acumulación. Este neo-extractivismo sostiene una inserción internacional subordinada y funcional a la globalización del capitalismo transnacional. Es más, en estas condiciones se agravan los impactos sociales y ambientales de los sectores extractivos. No le importa para nada a este gobierno que en el Ecuador constitucionalmente la naturaleza sea sujeto de derechos. Es más, atropellando los derechos colectivos de varias comunidades indígenas se pretende ampliar más la frontera petrolera e imponer la megaminería metálica en el país [5].
Por otro lado, al mantenerse inalterada la lógica de acumulación dominante desde hace muchos años, los grupos más acomodados de la sociedad, que apenas han sufrido el embate de los “discursos revolucionarios”, no dejan de obtener cuantiosas utilidades aprovechándose justamente de este renovado extractivismo. Mientras tanto los segmentos tradicionalmente marginados de la población experimentan apenas una relativa mejoría gracias a la mejor distribución de los crecientes ingresos petroleros, en tanto no se da paso a una real redistribución de los ingresos y los activos. Superando el estado mínimo del neoliberalismo, se intenta (con justificada razón) reconstruir y ampliar la presencia y acción del estado. Empero, siendo importante un mayor control por parte del estado de estas actividades extractivistas, no es suficiente para cambiar la lógica subdesarrolladora de esta modalidad de acumulación. En realidad, el real control de las exportaciones nacionales está en manos de los países centrales y sus empresas. Así, este neoextractivismo, a la postre, mantiene y reproduce elementos clave del extractivismo de raíces coloniales. El grueso de las ganancias se las lleva las economías ricas, importadoras de Naturaleza. Los países exportadores de bienes primarios, como el Ecuador, reciben una reducida participación real de la renta minera o petrolera, pues les toca cargar con el peso de los pasivos ambientales y sociales, que normalmente no son contabilizados en los proyectos extractivistas.
De esta manera, de manera perversa, el extractivismo asegura nuevas fuentes de legitimación social. Y combatir la pobreza. Del extractivismo colonial se ha dado paso al extractivismo del siglo XXI o simplemente al neoextractivismo. El deseo de dominar la naturaleza, para transformarla en productos exportables, ha estado presente permanentemente en Ecuador, tanto como la mayoría de países de la región. Desde la conquista y la colonia, imbricada profundamente con el modelo de acumulación primario-exportador, se consolidó una visión pasiva y sumisa de aceptación de este posicionamiento en la división internacional del trabajo en muchos de nuestros países, ricos en recursos naturales. Una y otra vez se ha visto a estas sociedades como pobres sentadas en un saco de oro. Dicha aceptación se ha mantenido profundamente enraizada en amplios segmentos de estas sociedades, como que se tratara de un ADN insuperable. Para muchos gobernantes, incluso de aquellos considerados como progresistas, les es casi imposible imaginarse una senda de liberación de esta “maldición de la abundancia” de los recursos naturales.
MEGAMINERÍA EN LA SENDA DE LA MALDICIÓN
Ante la inevitable y cada vez más perceptible disminución de las reservas petroleras, el gobierno del presidente Correa despliega todos los esfuerzos posibles para introducir la actividad minera a gran escala. La minería, sobre todo industrial, a diferencia del petróleo, hasta ahora no ha sido un pilar importante para la economía nacional. Para hacer realidad esta nueva fase extractivista, incluso a contrapelo de lo resuelto en la Asamblea Constituyente (2007-2008), se introdujeron varias reformas legales. El gobierno, sin ninguna capacidad para superar el modelo extractivista, a través del Plan Nacional de Desarrollo del Sector Minero 2011-2015, promueve la imagen de “una minería sustentable”. Promete generar “condiciones de desarrollo sustentable” en la actividad minera a gran escala. Ofrece una “minería bien hecha”, lo que se lograría empleando “prácticas metalúrgicas adecuadas y tecnologías ambientalmente amigables”. Además, con el fin de demostrar preocupación por la participación del estado en la renta minera, se habla de hacer “cumplir con el pago de tributos contemplados en la Ley, para que el estado reinvierta en el desarrollo de los territorios”. Con todo este paquete de ofrecimientos se quiere convertir a la actividad minera en “uno de los pilares del desarrollo, económico, social y ambiental”, para que “con la distribución equitativa de sus beneficios, [esta actividad] genere nuevas zonas de desarrollo y contribuya al modelo del Buen Vivir”. ¿Es posible creer en la realización de tal proyecto? ¿Será la minería metálica a gran escala la que provoque el ansiado desarrollo y que se constituya en la senda para el Buen Vivir? La realidad, la terca realidad, se encargará de contradecir este mensaje oficial copiado de la propaganda de las empresas mineras transnacionales.
El examen de la minería industrial alrededor del planeta evidencia un sinnúmero de daños y destrucciones múltiples e irreversibles de la naturaleza. Por igual son incontables las tragedias humanas, tanto como la destrucción de las potencialidades culturales de muchos pueblos. En el ámbito económico la situación tampoco es mejor. Se ha visto hasta la saciedad que los países cuyas exportaciones dependen fundamentalmente de recursos minerales o petroleros son económicamente atrasados.
En síntesis, este gobierno de la “revolución ciudadana”, transformado en el mayor promotor de la megaminería en el Ecuador, transitando por una senda neodesarrollista, ha puesto en movimiento un proceso de adaptación a las cambiantes circunstancias de la economía mundial, con el fin de cristalizar uno de los procesos más profundos de modernización capitalista experimentados en este país andino. Definitivamente, por la vía del neoextractivismo no se encontrará la salida a este complejo dilema de sociedades ricas en recursos naturales, pero a la vez empobrecidas.

*Alberto Acosta es economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Fue Ministro de Energía y Minas, Presidente de la Asamblea Constituyente y asambleísta constituyente.
Este artículo ha sido publicado en el nº 50 de Pueblos - Revista de Información y Debate, primer trimestre de 2012

Notas

[1] Schuldt, J. ¿Somos pobres porque somos ricos? Recursos naturales, tecnología y globalización, Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2005.
[2] “Se utiliza el rótulo de extractivismo en sentido amplio para las actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales, que no son procesados (o que lo son limitadamente), y pasan a ser exportados.” Ver Eduardo Gudynas; “Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual”, en varios autores; Extractivismo, Política y Sociedad, CAAP, CLAES y Fundación Rosa Luxemburg, Quito, 2009.
[3] Ver los aportes del autor de estas líneas en el libro de varios autores; Ecuador: el mito del desarrollo (varias ediciones, 1982).
[4] A modo de ejemplo, el campo petrolero Sacha, uno de los más grandes, fue entregado, sin que exista un marco jurídico para hacerlo, a la empresa mixta Río Napo, conformada el 15 de julio del 2008 entre PDVSA (la estatal venezolana) y Petroecuador. Los resultados obtenidos hasta ahora no son para nada satisfactorios. Este tipo de operaciones eran consideradas por Rafael Correa, antes de ser presidente, como “una traición a la patria y una estupidez económica”.
[5] Para muestra un botón: se ha sacado a licitación el Bloque Armadillo en donde evidencias ciertas de la presencia de pueblos no contactados, una situación que prohíbe cualquier tipo de actividad extractivista, tal como manda la Constitución del 2008.
http://www.revistapueblos.org/spip.php?article2361

domingo, 19 de febrero de 2012

Ecuador: Marcha por la Vida, los Territorios y la Naturaleza



 El 8 de marzo se celebra el día de las mujeres, miles de trabajadoras entregaron su vida enfrentando al poder, a la prepotencia y al capitalismo devastador que explota a los trabajadores y a la Madre Naturaleza.
Este 8 de marzo también arranca desde el sur de la Amazonía, la Marcha por la Vida, los Territorios y la Naturaleza.
Los pueblos indígenas y campesinos empezarán en Zamora una larga caminata hasta Quito demandando que sus territorios no sean destruidos por las mineras chinas y canadienses que acechan en el país.
La marcha desde Zamora es una invitación a hacer una causa nacional el que Ecuador No sea un país minero.
Porque la minería afecta las fuentes de agua, destruye los suelos en donde se cultivan los alimentos, destruye bosques que son parte de nuestro futuro... empobrece y enferma
Porque para obtener cada onza de oro se remueven 20 toneladas de suelos y se utilizan más de 22 mil litros de agua.
¿Por qué un NO rotundo a la Minería?
¿Qué está pasando en nuestro país?
Escuchamos muchos discursos de dignidad, de cambios estructurales, de crítica al endeudamiento, sin embargo hay varias razones para preocuparse:
  • Se profundiza el extractivismo. Se amplían las fronteras petrolera y minera, y en ambos casos empresas transnacionales adquieren derechos por encima de la gente ecuatoriana.
  • Hay una política represiva y de criminalización frente a quienes en el campo y las ciudades se oponen a estos proyectos, se enjuicia a quienes denuncian la corrupción, se impone un discurso autoritario, se fomenta la intolerancia, el racismo, el machismo.
  • Hay despidos de trabajadores, obligándoles a renunciar. Se fuerza a trabajadores públicos a participar y financiar las marchas del gobierno.

  • Se marginan las demandas de las mujeres por la igualdad de derechos.
  • Se restringe el derecho de los estudiantes a acceder a las universidades
  • vivimos endeudamientos encubiertos con ventas anticipadas de petróleo o minerales.
  • Se desvían los ríos y se construyen represas para proveer de energía a los grupos de poder nuevos y antiguos.
  • Se castiga con impuestos a los más pobres.
  • Se fomenta la mercantilización de la naturaleza, poniendo en riesgo territorios y bosques y convirtiéndonos en basureros de los países industrializados.
  • Se fomenta la concentración de la tierra y el encadenamiento de los campesinos a las agroindustria, las plantaciones forestales y los agrocombustibles, aumentando las condiciones de explotación. Se busca archivar la reforma agraria, que es el primer paso de una verdadera revolución agraria que fortalezca la soberanía alimentaria.
• Se privilegia a grupos bananeros, camaroneros y floricultores a costa de aceptar condiciones desastrosas para el país en las negociaciones del TLC con la Unión Europea.

Pero las comunidades defienden la Naturaleza:
En Río Grande las comunidades defienden una de las zonas más fértiles de Manabí y a cambio han sufrido una fuerte represión.
En Kimsacocha, Íntag, Zamora, Nabón, Las Naves, Molleturo, la Cordillera de El Cóndor, se defiende el agua y los suelos amenazados por las actividades mineras
En la Amazonía se mantienen los bosques más biodiversos del planeta, entre ellos el Yasuní, frenando el desarrollo petrolero.
El juicio contra la Texaco nos demuestra cuál es el verdadero costo del extractivismo.
Los indígenas defienden el agua a lo largo y ancho del país, y reclaman el cumplimiento de la Constitución de revertir al pueblo las fuentes privatizadas. Han defendido los territorios acaparados por latifundistas desde la época de la Colonia.
Son innumerables las luchas con las que se busca mantener los territorios y la naturaleza que necesitamos para el presente y para el futuro. Es desde esos territorios y esas capacidades de autosubsistencia desde donde podremos enfrentar la voracidad de la acumulación capitalista.
Por la Vida,
la Democracia,
la igualdad de Derechos,
la Resistencia

jueves, 9 de febrero de 2012

El engaño de la minería responsable


Los perversos versos de la minería

Carlos Zorilla

Cuando se trata de venderle al público la idea de que la minería a gran escala no causará mayores impactos ambientales y sociales, los empresarios y funcionarios gubernamentales usan el término  “minería responsable”. Ese  término fue una creación de las agencias de publicidad de las grandes empresas mineras para crear la imagen que la minería moderna y a gran escala es “responsable” fiscal, ambiental, y socialmente, y que es muy distinta a la minería de “antaño” y a la pequeña minería en cuanto a sus impactos sociales y ambientales. Parte del paquete publicitario incluye la idea de que todos los problemas de la minería son estrictamente técnicos, y que se pueden resolver con tecnología de punta.
 
Millones de dólares se han invertido- y se invierten- (videos, spots televisivos, publicidad impresa, foros, etc.), para vender esa falsa imagen y convencer al público que la gran minería no contaminará las aguas, que tributará “responsablemente”, y que no impactará a las comunidades ni al medio ambiente de forma significativa. En el Ecuador la propaganda publicitaria ha sido recogida y difundida por el presidente Rafael Correa quien ha dicho públicamente y en varias ocasiones, cosas como que “con la minería responsable se puede recuperar el 95% de los impactos” (a), y que “seremos los primeros en oponernos a los proyectos mineros que atenten contra el medio ambiente” (b)
 
Sin embargo, como se argumenta y sustenta a continuación, dadas las condiciones políticas, ambientales y geológicas del país, la minería “responsable” y la recuperación del medio ambiente en las proporciones anunciadas son simplemente imposibles.
 
Lamentablemente, el discurso de la minería responsable ha sido adoptado con todo fervor por funcionarios del gobierno y ciertas ONG, y al hacerlo,  ayudan a las empresas a crear un escenario falso de una actividad económica que, por más moderna o técnica que sea, ha sido- y actualmente es- entre las más ambiental y socialmente destructivas  del mundo; y que además es campeona en evitar el pago de impuestos.
 
Por qué la minería “responsable” no es factible en el Ecuador.
 
Cuando uso el término minería responsable en el presente documento, me refiero a la minería “menos impactante”, o menos contaminante, ya que después 17 años de investigación en el tema, no he constatado la existencia de una minería responsable.
 
¿Qué es la minería responsable? Para empezar, acordemos que estamos hablando de la minería a gran escala. A este tipo de minería, en general, es al que el gobierno se refiere cuando habla de minería responsable.  Por otra parte, quienes han participado más activamente en definir lo que es minería responsable son las empresas multinacionales, cuyo único interés real es explotar minerales de la forma más rentable posible, e incluye crear una falsa imagen de los verdaderos impactos  de la gran minería.  En este trabajo publicitario, los gobiernos han participado con un bajo perfil, y más que todo, haciendo eco de lo que le dicen las empresas. Los más afectados por esta industria, las comunidades, pueblos indígenas, gobiernos locales, han sido, al igual que las ONG (con pocas excepciones), los grandes ausentes en la construcción de lo que podría algún día llegar ser minería responsable.
 
La minería a gran escala- y de modo especial la minería a cielo abierto- la cual es la que se pretende llevar a cabo en la mayoría de yacimientos ecuatorianos es la actividad económica más impactante ambientalmente que existe, y la más contaminante (ver a continuación, el texto: La cara tóxica de la minería). Supone realizar un tajo abierto de cientos de metros de profundidad y kilómetros de diámetro que destruye por completo- y de forma permanente- toda la capa vegetal, de no solo el área de la mina en sí, si no, de cientos, o miles de hectáreas alrededor utilizadas para botaderos de desechos sólidos, piscinas de relaves y otras instalaciones sin las cuales las minas no pudieran funcionar.  Muchos de estos impactos se registran también en el caso de la minería subterránea. Al exponer al ambiente metales pesados que están protegidos por el suelo y subsuelo, la acción desencadena procesos de contaminación ambiental que perduran siglos. Al contrario de lo que manifiesta el presidente Correa y las empresas, el ambiente de este tipo de minería jamás se podrá recuperar “en un 95%”, y definitivamente sí atenta contra “el medio ambiente”, y los derechos de la naturaleza; y los impactará contundentemente.
 
Definición de minería responsable. Si es que algún día existiera la minería responsable, ésta respetaría ciertos principios fundamentales, como el derecho de las comunidades y gobiernos locales de decidir sobre  la minería y cualquier otra actividad que represente un riesgo a su bienestar o su futuro sustentable, y que es parte ineludible del derecho a la consulta, o consentimiento previo. Sin el respeto genuino de este derecho, la minería responsable es una farsa.
 
La consulta no tiene sentido a menos que las decisiones de las comunidades sean vinculantes. Conlleva el derecho de éstas (una vez adecuadamente informadas y libre de presiones) de escoger la mejor vía de desarrollo la cual conserve la armonía con el ambiente, proteja su riqueza social y cultural, garantice un medio ambiente equilibrado y libre de contaminación, y que no represente un riesgo de alterar la paz dentro de la comunidad y de sus hogares.
 
Una minería realmente responsable reconocería que, en ciertas situaciones y áreas, la minería no representa el mejor uso del suelo o de emprendimiento económico. Estos sitios deben ser áreas destinadas a otro régimen de desarrollo o de protección.  Por ejemplo:
 
-  Áreas de bosque nublado y páramos que protegen las cuencas hidrográficas y almacenan agua. Recordemos que la minería metálica contamina el agua con metales pesados y degrada el suelo y los bosques. Estos sitios incluyen áreas ricas en aguas subterráneas, o freáticas.
 
-  Donde exista un  excepcional potencial turístico, agropecuario, de producción hidroeléctrica, o riqueza arqueológica. ¿Qué sentido tiene destruir el patrimonio cultural milenario, impactar actividades sustentables, o el  agua, la  tierra, y el clima que le dan vida a miles de campesinos, pueblos ancestrales y pescadores y recolectores de mariscos, para sustentar una industria que dura un par de décadas?
 
- Sitios que albergan especies en peligro de extinción. La minería a gran escala en estos sitios violaría los derechos de la Naturaleza.
 
- Donde exista inaceptables riesgos sísmicos (fallas tectónicas, por ejemplo).
 
- En cualquier lugar donde las condiciones climáticas o hidrológicas, o la composición de la mena (subsuelo mezclado con metales) pueda generar drenaje ácido de minad. El  drenaje ácido de mina introduce metales pesados al ambiente, contamina ríos, quebradas y aguas subterráneas, y contamina por siglos. Dicha contaminación no se limita a las áreas mineras, también puede afectar a comunidades, agricultores o pescadores a cientos de kilómetros de distancia de las minas.
 
Una minería responsable con el ambiente reconocería que antes de iniciar actividades tan ambientalmente impactantes, es absolutamente indispensable contar con datos confiables- y de muchos años de estudio y recopilación- sobre la pluviosidad, hidrografía  y geología, del área a ser intervenida; datos que el Ecuador simplemente, con muy pocas excepciones, no los tiene.
 
Por último, la minería “responsable” es totalmente incompatible en países donde existen funcionarios gubernamentales, o instituciones estatales irresponsables o corruptos.  Si es que algún día existiese la minería “responsable” es indispensable que existan instituciones estatales imparciales y objetivas, las cuales activamente velen por los derechos individuales, colectivos y de la naturaleza consagrados en la Constitución, antes de proteger los derechos empresariales. No se puede hablar de minería responsable si la gestión minera está a cargo de funcionarios que aprueban Estudios de Impacto Ambiental y Auditorías Ambientales tan malos como los elaborados en el país que, además, flagrantemente violan procesos de consultas, tal como se ha venido haciendo en la actualidad. De igual manera se necesitan Cortes justas, una Asamblea independiente, y una función Ejecutiva equilibrada e imparcial.
 
Es este contexto, es realmente lamentable que el Ejecutivo siga apostando por una actividad económica que es tan incompatible con la  historia, las culturas, y la Naturaleza del país, y que erosione, tal como lo viene haciendo, las instituciones democráticas de la nación.
 
El Ecuador no tiene por qué verse obligado a escoger el socavón oscuro que representa el desarrollo minero a gran escala. Si fuéramos un país desértico (como una buena parte de Chile), con pocos  elementos naturales para utilizarlos sustentablemente, tal vez se podría argumentar que las circunstancias nos obligan a emprender la vía del desarrollo minero a gran escala, pero aún en esa situación hay graves problemas ambientales.
 
Pero contamos con tierras productivas, excepcional biodiversidad, riqueza singular de ecosistemas de bosques y páramos,  ríos limpios,  gran potencial turístico, y una riqueza cultural, que nos hace la envidia de muchos.
 
Fuentes: La farsa de la minería responsable
 
 
b.
 
c. Climáticamente, en el Ecuador se hace imposible la minería responsable- o menos contaminante- por que la alta pluviosidad en las áreas mineras donde se encuentra la mayoría de los yacimientos ecuatorianos de cobre, donde llueve entre 3.000 y 4.000 milímetros por año, en promedio. Hay años que llueve más (años del fenómeno la Niña).  En contraste, las condiciones climáticas de la gran mayoría de países que se extraen minerales como el cobre a cielo abierto, son desérticas (Chile), o áridas a semi-áridas (Estados Unidos).  En países albergando condiciones ambientales similares a los del Ecuador: alta pluviosidad, montañoso, bosques tropicales, riesgos sísmicos, etc., (como el proyecto Ok Tedi en Papúa Nueva Guinea), los impactos ambientales han sido devastadores1.
 
 d. El fenómeno conocido como Drenaje Ácido de Mina (DAM) se da cuando la mena de una mina (subsuelo mezclado con minerales comerciales) contiene azufre y metales pesados, y se expone al aire y el agua.  El azufre al disolverse en el agua la vuelve extremadamente ácida (a veces tan ácida como el líquido de las baterías de vehículos). Al acidificarse, el agua disuelve  los metales pesados de los desechos mineros, y les transporta en las redes hidrográficas aledañas. Hasta que la naturaleza  neutralice el azufre, los desechos siguen produciendo drenaje ácido, un proceso que puede durar siglos, o miles de años.
 
- Carlos Zorrilla. Activista. Co-fundador de la DECOIN, de la Asociación de Caficultores de Intag y de la Red Nacional de Bosques Privados. Residente de la zona de Intag desde 1978. Autodidacta en impactos de la minería a gran escala.
 


http://www.alainet.org/active/52667&lang=es


Campaña Nacional de Firmas por el NO a la Minería Química a Cielo Abierto
y la Minería Nuclear en todas sus formas

Los ciudadanos del territorio argentino decimos NO a la minería química con la modalidad a "cielo abierto" y a la minería radiactiva en todas sus modalidades (cielo abierto o por galerías).

  • Pedimos la nulidad y derogación de la Ley de Inversiones Mineras (Ley Nacional 24.196) y normas complementarias.
  • Exigimos la derogación y anulación por parte de la República Argentina del "Tratado de Integración Minero Argentino-Chileno".
  • Reclamamos el cierre definitivo y la recomposición del ambiente, según el art. 41 de la Constitución Nacional, de todas las minas abandonadas y aquellas que están funcionando y no respetan la ley general del ambiente (ley nº 25675).
  • Pedimos previa autorización expresa para la utilización de recursos hídricos compartidos de las poblaciones de las provincias potencialmente afectadas por un emprendimiento minero que se expresarán por referéndum y demandamos la participación de la autoridad ambiental nacional en caso de efectos ínter-jurisdiccionales.
  • Pedimos se respeten estrictamente los principios ambientales preventivo, precautorio y de sustentabilidad contenidos en la ley general del ambiente y la sanción de caducidad de las concesiones mineras en caso de incumplimiento.
  • Reclamamos la detención y prisión de los empresarios mineros que contaminan el medio ambiente con sus delitos y la misma condena para los funcionarios públicos cómplices.
  • Denunciamos los planes nucleares que se fomentan desde el gobierno y enriquecen a los empresarios mineros que desarrollan emprendimientos mineros radiactivos.
  • Reclamamos expresa "Licencia Social" y participación ciudadana real y efectiva previas a los procesos de autorización de actividades mineras.

¡Sí a la vida y a la dignidad! ¡No al saqueo, destrucción y contaminación!

¡Sumá aquí tu firma a este reclamo!