Publicado el 08/Octubre/2011 | 00:37
Por: Juan Montaño Escobar
axe858@hoy.com.ec
Se equivocó el compañero René Pérez (Calle 13) de los dichos en su canción Latinoamérica, porque en el norte de la provincia de Esmeraldas, República del Ecuador, alguien está comprando el sol, la lluvia, los colores y la alegría y al Pueblo Afroecuatoriano de esta zona lo están ahogando en marullos de espejismos para mandarlo a los quintos infiernos. No es metáfora, aunque tenga ese sóngoro cosongo. El capitalismo de plantación y minería, de la peor calaña, está envenenando agua y suelo de uso ancestral de las comunidades desde antes que este país se llamara como se llama. Algún día, ese norte de todos los verdes vitales será apenas un recuerdo remoto. Muy triste, pero de mortales remembranzas. El tema es el mal vivir, porque aquel otro que está escrito en la Constitución de la República es letra muerta y enterrada en un socavón de Timbiré o San Agustín.
Es minería y agricultura que, sin ninguna vigilancia ambiental, están soltando demonios químicos en la sangre, los tejidos corporales y la doble hélice genética de miles de personas del norte provincial. Es decir, que si este sábado 8 de octubre (día de San Ernesto de la Higuera, según los campesinos bolivianos) se suspendieran minería y quimización de las palmas aceiteras, aun así varias generaciones arrastrarían la maldición del mercurio en el organismo. Otros agentes mortales en el cuerpo de miles de hermanas y hermanos de allá son cianuro (utilizado para separar el oro de otros minerales asociados), hierro y arsénico (de origen natural y se incrementa su cantidad en las aguas de los ríos, por las excavaciones).
De acuerdo a una investigación realizada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Sede de Esmeraldas (Pucese), para obtener 88,6 gramos de oro se utilizan unos 234,3 gramos de mercurio, pero apenas se recuperan 94,7, o sea, el 40 %. La cantidad que no se recobra, por diferentes medios, termina en la sangre de la gente afroecuatoriana. Las comunidades denuncian que las retroexcavadoras han retornado y ahora parece que la explotación minera es un acto de venganza; tal es el entusiasmo. Un contraataque depredador. Toda la explotación es con técnicas elementales y los compradores de oro suelen cuidar el anonimato: no hay nombres, direcciones confiables, y no se ve un mínimo progreso en las comunidades, como no sea cierto desaforado consumo en unos poquísimos. La estrategia de los beneficiarios supremos es trabajar con gente de las comunidades pagando cantidades de hasta $40 al día para mantener el renglón engañoso de minería artesanal exitosa. Sin embargo, sus ganancias son infinitamente mayores. Según el estudio de la Pucese, la minería mortal se ha concentrado en nueve ríos y esteros de la cuenca del Santiago-Cayapas y las poblaciones asentadas en esas fuentes de agua dulce. Los garantes de la legalidad del Estado ya no están o funcionan como zombies políticos; son nadie. Ahora, los violentos están tomando el poder en la mayoría de las comunidades.
http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/songoro-cosongo-del-mal-vivir-505682.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario